jueves, 26 de abril de 2012

Jose Iquebi



Asi describen José Zanardini y Walter Biedermann en su libro "Los indigenas del Paraguay" (Asunción, 2001) el contacto entre los ayoreo y los blancos en pleno siglo veinte
En el centro el pequeño Iquebi de vuelta en el chaco, a su derecha el SDB P.Dotto a cargo de la misión Ma. Auxiliadora y a la izquierda Luis Albospino, el prestigioso indigenista paraguayo cuya intervención fue vital para recuperar a Iquebi  (1957) 

 "Se los conocía comúnmente con el nombre moros o pyta jovai (doble talón) a causa del calzado de piel de tapir con forma rectangular que usaban. Los moros eran los indios mas temidos en el Chaco paraguayo, debido a muchas leyendas que se crearon alrededor suyo: se les consideraba caníbales, matones, traicioneros, vengativos.
    Es cierto que fue un pueblo muy guerrero donde el coraje y la valentía tienen un lugar preponderante, y también es cierto que resistieron el encuentro con los blancos hasta el final. Aún hoy existe un reducido grupo de Ayoreo silvícolas deambulando en el Chaco, a veces en la zona oeste de la recta Teniente Montania – Madrejón, a veces aparecen sus huellas en el Cerro León; a veces en Agua Dulce; a veces en Chovoreca; a veces al norte de Aocojandi. Todos estos desplazamientos señalan que el grupo vive su vida nómada tradicional en búsqueda de recursos; e incluso hay señales que el grupo se habría reducido a pequeños subgrupos para optimizar los escasos recursos de caza y recolección que quedan en el Chaco.
     En 1956 en una estancia de la zona de Bahía Negra unos peones avistan a un grupo de Ayoreo silvícolas (hasta esa fecha ningún paraguayo había tenido contacto pacífico con miembros de esta etnia) y lo persiguen con caballos. Todos huyen excepto un muchachito de diez o doce años que tropieza en unas ramas, cae y es enlazado por uno de los peones. El otro levanta el arma, un revólver calibre 38, para matarlo, pero es detenido por su compañero. El muchachito indígena es llevado a Bahía Negra como una rara pieza de caza. El recuerda que la primera noche lloraba de miedo cuando ladraban los perros y cuando cantó el gallo, animales totalmente desconocidos para él, y pensaba que llegaba el momento que finalmente lo matarían. 
      Es el primer moro - Ayoreo que los paraguayos pueden observar. Denigrado y puesto en una jaula como si fuera una fiera, este muchachito arrancado violentamente de su mundo clánico es objeto de curiosidad por parte de los paraguayos que se agolpan en el barco que lo trae desde Bahía Negra hasta Asunción como un trofeo.
      Mientras tanto, todos los otros miembros del grupo, quedan en la selva chaqueña. Este niño Ayoreo de nombre Iquebi, fue obligado a abandonar abruptamente su mundo de la selva, su lengua, sus parientes, sus alimentos, sus tradiciones y creencias y empezó un compulsivo proceso de "educación occidental". Fue remitido a la marina de guerra hasta que un noble grupo de indigenistas paraguayos lograron sacarlo del cautiverio militar y devolverlo al Chaco, específicamente a una "misión", en las cercanías de Puerto Guaraní, sobre el Río Paraguay.
     A este muchacho de nombre Iquebi, se le dio el nombre criollo de José; hoy es conocido como José Iquebi. Como reparación por los graves daños que la sociedad paraguaya le infligió al arrancarle de la selva a tan tierna edad, el parlamento nacional, en el año 2000, reparó simbólicamente los daños padecidos otorgándole una pensión graciable por haber colaborado en la pacificación de los encuentros Ayoreo y blancos, porque actuó como traductor, no solamente de lo lingüístico, sino también de lo cultural."

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